Empezaremos con el taller del fuego y después continuaremos con la fabricación de receptáculos de barro, hornos, cerámica, moldes de muy diferentes tipos, copiado de figuras, etc., hasta la producción de objetos por fundición de metales y vidrio, llegando a conseguir los 1.800 grados de temperatura necesarios para fundir el hierro.

Para nosotros el interés no será artístico ni de producción de objetos sino que nos interesa sobretodo la experiencia personal que iremos teniendo en esos procesos. Con cierta sensibilidad y atención vamos a descubrir cosas muy interesantes sobre nosotros mismos.

Muchos antropólogos suelen buscar detalles significativos en el “hardware”, en la fisiología, para tratar de determinar los pasos evolutivos del hombre. Como humanistas, para nuestra definición de ser humano lo significativo es el “software”. Es muy importante el hecho de la conservación del fuego como indicio de que ahí el hombre se sustrajo a su instinto de huida del fuego, a su naturaleza, como hacen todos los animales, y difirió su respuesta por una expectativa de futuro. En ese comportamiento encontramos la primera prueba de su intencionalidad, característica ésta que define lo humano y que nos diferencia de los demás seres.

El primer día del taller lo dedicamos a recrear la conservación del fuego. El ser humano parece que empezó a conservar el fuego hace unos 800.000 años. Experimentamos con diferentes tipos de fuegos, abiertos sobre el suelo, en una depresión forrada de piedras, protegidos en una oquedad, etc. Fuimos siguiendo los diferentes ritmos de cada tipo. Los “cuidadores” pendientes de alimentarlo, protegerlo y darle aliento, fueron incorporando una sagrada atención por mantener vivo ese extraño ser del que dependía la supervivencia de toda la tribu.

Después fabricamos pequeños cuencos y hornitos de barro que nos facilitaran el trasporte de las brasas. Comprendimos que por ahí debió de darse el paso a la cerámica.

En esa primera etapa el fuego le era dado a los hombres por los dioses y ellos (seguramente “ellas”) solo podían conservarlo. Mitos en diferentes culturas (Prometeo, Agni, etc.) dan memoria de ello.

El segundo día lo dedicamos a la producción del fuego.

Tuvo que pasar mucho tiempo, mucha observación, casualidades, intuiciones, hasta que el ser humano fue capaz de producir fuego. Se calcula que hace unos 80.000 años. El hombre fue capaz de relacionar fenómenos que había observado, juntarlos en su cabeza y, fuertemente emocionado por esa chispa que empezaba a arder en su imaginación, lanzarse como un poseso a golpear piedras.

Y ahí estábamos nosotros con una piedra (sílex), un trozo de pirita y una lámina de hongo tratando de revivir esa epopeya. Os aseguro que nos es tan fácil como sale en las películas. Uno tiene que observar muchas condiciones (inclinación del golpe, superficie de la piedra, sequedad del hongo, etc.) y además disponerse en la actitud adecuada de recogimiento y concentración, haciéndose mineral, hongo y chispa y, aun así, solo algunos lo consiguen el primer día. Lo que también os puedo asegurar es que, cuando se consigue, uno vive algo conmovedor que no olvidará.

Los interesados en participar en siguientes talleres pueden inscribirse llamando al tlfo. 656 41 36 36.